Envuelto en un halo de polvillo perenne, como un fantasma, como un inmenso barco abandonado - anclado sobre la esquina de la estación de un tren que ya no pasa, con su inmensa vereda de baldosas empavonada de pisadas, sus cristales carcomidos por los años y el tiempo detenido a cierta hora , de cierto día, que a nadie le interesa en el reloj de la pared.
Apenas palpita la cocina al calor de la fritanga donde se cocinan las empanadas de carne, único plato del menú.
Siempre fue un lugar de hombres, solamente la señora que cocina las empanadas, y baldea la vereda cada tardecita refregando con lejía aquella mancha de sangre que se niega a salir.
¿Han notado que ciertas esquinas de ciertos barrios son copia fiel de otras esquinas de otros barrios? Así como clonado perdura el Bar Cinco Esquina igual que otros tantos sobreviviendo al progreso y a la comida vegana con sus sillas y mesas de madera y su menú de empanadas de carne. En los estantes de la pared apenas se dejan ver las etiquetas de las botellas de bebidas carcomidas por el polvo y los años y un espejo confundido apenas refleja entre las mancha de humedad que lo destruyen la figura triste del mismo parroquiano que se sienta cada día en la misma mesa, a comer una empanada con un vaso de vino y a mirar hacia la estación abandonada a través del vidrio esmerilado por el tiempo ,¿Quién sabe si mira hacia afuera o hacia adentro?
Porque el Bar Cinco Esquinas es un cementerio de Sueños.
Lo que soñaron los obreros que se escapaban de la fabrica al medio día, para comprar una botella de vino e meterla de contrabando, así como hacen los presos en la cárcel. Soñaban comprar un terrenito en cuotas, una casa propia, una salida el sábado a bailar en el club del barrio. Sueños sencillos de los cuales despertaron abruptamente el día que la fábrica cerro sin aviso y los dejo a todos en la calle.
Y los sueños delirantes de los que venían a la noche a jugarse todo en la timba, pensando en ganar y quizás tomarse el buque a Montevideo para seguir timbenando , pero en el Bar Cinco Esquinas hasta “el diablo perdió el poncho”.
Apenas palpita la cocina al calor de la fritanga donde se cocinan las empanadas de carne, único plato del menú.
Siempre fue un lugar de hombres, solamente la señora que cocina las empanadas, y baldea la vereda cada tardecita refregando con lejía aquella mancha de sangre que se niega a salir.
¿Han notado que ciertas esquinas de ciertos barrios son copia fiel de otras esquinas de otros barrios? Así como clonado perdura el Bar Cinco Esquina igual que otros tantos sobreviviendo al progreso y a la comida vegana con sus sillas y mesas de madera y su menú de empanadas de carne. En los estantes de la pared apenas se dejan ver las etiquetas de las botellas de bebidas carcomidas por el polvo y los años y un espejo confundido apenas refleja entre las mancha de humedad que lo destruyen la figura triste del mismo parroquiano que se sienta cada día en la misma mesa, a comer una empanada con un vaso de vino y a mirar hacia la estación abandonada a través del vidrio esmerilado por el tiempo ,¿Quién sabe si mira hacia afuera o hacia adentro?
Porque el Bar Cinco Esquinas es un cementerio de Sueños.
Lo que soñaron los obreros que se escapaban de la fabrica al medio día, para comprar una botella de vino e meterla de contrabando, así como hacen los presos en la cárcel. Soñaban comprar un terrenito en cuotas, una casa propia, una salida el sábado a bailar en el club del barrio. Sueños sencillos de los cuales despertaron abruptamente el día que la fábrica cerro sin aviso y los dejo a todos en la calle.
Y los sueños delirantes de los que venían a la noche a jugarse todo en la timba, pensando en ganar y quizás tomarse el buque a Montevideo para seguir timbenando , pero en el Bar Cinco Esquinas hasta “el diablo perdió el poncho”.
Sonia Andrea Mazza
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| Sonia Andrea Mazza |
Sonia Andrea Mazza es escritora e psicóloga social, especializada en psicodrama por el "Centro Psicosocial Argentino", de la ciudad de Buenos Aires. Participó del libro de cuentos "Garotas, Amores e Fantasias" (Editorial Instituto Memoria, Curitiba, Brasil).
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