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Un cuento de Navidad
"Ayer soñé con los hambrientos, los que se fueron, los locos, los que están en prisión, hoy recordé de nuevo esta canción que ya fue escrita tiempo atrás".
Charly García
Subo los escalones de uno en uno y voy pensando en esas cosas que había dejado atrás, hace tanto tiempo... Hace calor, el sol de las cuatro de la tarde es intenso, demasiado, derrite y no hay sombra al subir hasta aquí, he llegado a la puerta.
Voy a verte en unos minutos, querida amiga. Recuerdos compartidos, confidencias, fotografías, no sé cómo estás, ni cómo te voy a encontrar. Hoy es veinticuatro de diciembre y el sol, está a pleno. Por la noche voy a celebrar la Nochebuena en familia, como siempre lo hemos hecho. Pero ahora mi familia es más chica, no hay abuelos, ni tíos, ni primos, sólo nosotros y mamá. Llego a la recepción y me anuncio. Son las cuatro en punto de la tarde y ya se permiten las visitas, pero antes, me dice un hombre con ceño fruncido, debe dejar todas las pertenencias, cartera y demás cosas en el armario. El ambiente es ascético, es la primera vez que vengo a verte. No hace mucho que estás aquí. Para subir en el ascensor hay que hacer fila. De a dos o de a tres, más no. El ascensor está con llave. La espera me parece infinita. No tengo mucho tiempo para pensar en el pasado, en las tardes compartidas, en las charlas, en las confidencias. Recuerdo una tarde de invierno, llovía, daban en el cine una película donde los personajes eran Diego Rivera y Frida, Frida Kahlo. O más bien Frida, y Diego Rivera, porque era la historia de ella. A vos no te gustaba, me pediste que dejáramos de ver el film y que nos fuéramos a tomar algo. Entramos en un bar y te pusiste a comentar cosas del film. Vos estabas casada con un artista y no lo tomé en cuenta al invitarte a ver la película. Vos estabas casada con un pintor, justamente, como Diego, aunque no tiene comparación, no la tiene, y hablamos, hablamos, hablamos... esa tarde de lluvia y ahora...el ascensor está ahora detenido en un piso, no sé cuál porque es adonde están las mujeres adónde voy.
El ascensor se abre con llave y también se cierra con llave. Luego una puerta también con llave. Y ahí estás, mirando la televisión, como si nada. Y como si nada hablamos del tiempo y de las imágenes de la pantalla y te veo, igual y distinta. Cada tanto pasa una enfermera y se me acerca un grupo de mujeres que están ahí, como vos. Casi todas miran la televisión, como cualquiera puede mirar la televisión en su casa o en un bar, me preguntan cosas, conversan.
Me quedo un rato conversando aunque vos no dejás de mirar las imágenes de la televisión y cada tanto pasa una mujer vestida de blanco y distribuye los medicamentos. Hace calor ahí adentro, decimos, digo, decís. Por la ventana se ve algo del día. ¿De qué podemos conversar ahora, en este momento? se me acaban los temas. Por momentos te ponés a llorar. Llorá, te digo, llorá, si querés, llorá...
Son ahora las seis de la tarde y dos de las mujeres jóvenes se acercan. Una se ha puesto un vestido nuevo. Se lo elogio. Se ha peinado y se ha puesto zapatos de taco. Esta noche hay que festejar, dice. ¿Dónde la pasás? le digo. Aquí, aquí adentro. Pero hay que ponerse linda, dice, porque esta noche es la Navidad, luego se va hacia adentro.
En poco tiempo más me despido.Vuelvo a pasar por las puertas con llave, abro el armario también con llave donde he guardado mis pertenencias. Salgo, la ciudad se ha convertido en una cárcel de cemento. Tomo el subterráneo enseguida, me alejo de ahí. El vagón va casi vacío y voy pensando en la comida de esta noche, en el árbol, en cómo lucirá el comedor con el mantel nuevo y en tantas cosas más...
(c) Araceli Otamendi
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
https://revistaarchivosdelsur.blogspot.com/p/araceli-otamendi-escritora-y-periodista.html
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