Arte digital de Isabel Furini |
Hacía pocos días se había marchado de este plano de existencia un amigo de la familia, ascendido desde siempre a la categoría de “tío del corazón”. No me animé a suspender los festejos porque los niños merecían una Navidad felíz, con milagros de chocolate y obsequio y todas esos objetos de deseo que le venden por Tv., apenas parecidas a esas Navidades de nuestra infancia, de hace tantos años que ni siquiera existía papa Noel, o en todo caso ignorábamos su existencia. Jesús, su nacimiento era el único celebrado por cristianos y agnósticos y el regalo más maravilloso para todos era el encuentro familiar y el compartir la mesa.
Me recuerdo con pocos años, la tarde de algún 24 de diciembre, acompañando a mi padre para saludar a vecinos y amigos, caminando por las calles arboladas de Villa Dominico a Sarandí, llegando a alguna casa, sin avisar.
Nunca he podido olvidar un patio en particular, piso de baldosas techo de glicinas, el tío joven, una jarra de sangría y ese perfume asociado para siempre a la felicidad.
Bajo mi “techo de glicinas” armé la mesa para agasajar a mis niños y no van a creerme lo que ocurrió después. Exactamente a las 12 de la noche comenzaron a florecer.
Sonia Andrea Mazza
Acadêmica AVIPAF - Cadeira 3
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